La Cantar de Rolán (La Chanson de Roland) | Turoldo

El mundo se mueve y con él, la humanidad. Las guerras son movimiento, destrucción, lengua, intercambios forzosos. Si la mezcla lingüística inevitable y las extremas acciones de la guerra, hicieron posible este poema, que viva el cantar y no la guerra. Eso nos da la separación entre palabra y cosa.
Quisiera presentar el trabajo ante ustedes comenzando porque esta es la primera traducción al verso castellano realizada por un latinoamericano. Esta labor surgió al cursar literatura medieval en la Universidad Católica Andrés Bello, cuando accedí a La Chanson de Roland a través de una traducción muy difundida, en prosa, que me disgustó. Nada de cantar había en ella. Nada de ese espíritu cantor que en Normandía reinaba. Nada de nada. Era una prosa copiando la versión de Bédier. Me dije: “El cantar en anglonormando no puede ser así. Debe ser más música.” Entonces, busqué y di con el famoso manuscrito de Oxford popularizado por Michel Francisque en el siglo XIX, y me hallé con un milagro: la belleza exhumaba por los poros del poema. En fin, emprendí lo que llamo traducción musical o traducción sonora. No es la traducción que deshecha el sentido por la música, sino la traducción que percibe la música como hecho fundamental en la poesía. La música no está hecha de reglas, no es métrica; la música es muy esencial para explicarla y definirla.
Ezra Pound ya había emprendido la traducción musical. Intento continuarla. He revisado las 14 traducciones al castellano hasta ahora y de todas he rescatado algo. Todas han sido valiosas para lograr esto. He trabajado a partir de la escasa información sobre el anglonormando y los retos que ello ha supuesto.
Verán que agrego al autor, Turoldo, ya que me parece insuficiente sostener que por la duda de su existencia o escritura haya que sustituirse por anónimo. Así no se ha hecho con Homero. Sean estos nombres colectivos y anónimos, deben tratarse igual.
Quiero dar a todo hispanohablante una versión que acerque más el oído a este cantar. Y por eso, pongo estas dos estrofas ante ustedes.

I

Carles li reis, nostre emperere magne,
Set anz tuz pleins ad ested en Espaigne,
Tresqu’en la mer cunquist la tere altaigne;
N’i ad castel ki devant lui remaigne,
Mur ne citet n’i est remés à fraindre
Fors Sarraguce, k’iest en une montaigne.
Li reis Marsilie la tient, ki Deu n’enaimet:
Mahummet sert e Apollin recleimet.
Ne s’ poet guarder que mals ni le ateignet.

II

Li reis Marsilie esteit en Sarraguce,
Alez en est en un verger suz l’umbre,
Sur un perrun de marbre bloi se culche,
Envirun lui plus de vint milie humes.
Il en apelet e ses dux e ses cuntes:
“Oez, seignurs, quel pecchet nus encumbret:
Li enperères Carles de France dulce
En cest païs nos est venuz [cu]nfundre.
Jo n’en ai ost qui bataille li dunne,
Ne n’ai tel gent ki la sue deru[m]pet.
Cunseilez-mei cume mi saive hume,
Si me guarisez e de mort e de hunte.”
N’i ad paien ki un sul mot respundet,
Fors Blancandrins de castel de Val-Funde.

I

Carlos, rey, nuestro emperador grande,
siete años muy plenos ha estado en España:
hasta el mar, conquistó la tierra altaña¹.
No hay castillo que ante él remanse;
muros ni ciudades, que alzados descansen,
salvo Zaragoza, que está en una montaña.
El rey Marsil la tiene, quien a Dios no ama,
que a Mahoma sirve y a Apolo place:
El mal le alcanzará: él no puede guardarse

II

El rey Marsil está en Zaragoza:
ha ido a un vergel bajo la sombra:
en peldaños de azul mármol, se arroja.
Más de veinte mil hombres a su redonda.
A sus condes y duques convoca:
<Escuchad, señores, qué mal nos azota:
El emperador, Carlos, de la Francia obsequiosa,
ha venido a este país a hacernos embrollas.
Ya no hay ejército del que yo disponga:
no hay tal gente, dispuesta a darle derrota.
Aconséjenme como mi gente juiciosa,

y guárdenme de muerte y deshonra.>
Ningún idólatra que palabra responda,
salvo Blancandrán, de Castel de Valfonda.

¹ El neologismo altaña es puesto porque no existe un equivalente sonoro a la voz anglonormanda altaigne, por un respeto a las misteriosas asonancias con que termina cada verso en el manuscrito de Oxford. La asonancia del poema, en esta versión castellana, es lograda manteniendo la vocal a en el puesto del acento, seguida de una consonante nasal. Significa alta, y puede deducirse porque mantiene la raíz, aunque con una desinencia distinta, y por oposición al mar, donde las tierras son bajas, que da comienzo al verso. Esta decisión es tomada por tratarse de una traducción o versión musical.

La Cantar de Rolán Turoldo (Traducción musical del anglonormando
de Juan Lebrun) | Buenos Aires Poetry, 2020.