Ippongino | Kenji Miyazawa 宮沢 賢治

Kenji Miyazawa 宮沢 賢治 (1896-1933) nació en 1896 en Hanamaki, al norte de la isla de Honshu, en el seno de una acomodada familia que regentaba una casa de empeños. A los diecinueve años fue admitido en la Escuela de Agricultura y Silvicultura de Morioka y comenzó a publicar poesía tanka en revistas literarias. Tras finalizar sus estudios con honores, regresa en 1919 a su ciudad natal para cuidar de su hermana Toshi, enferma de tuberculosis y cuya temprana muerte en 1922 lo llenará de pesar. En 1926, Kenji abandona la seguridad de su empleo para dedicarse al cultivo de la tierra. Funda la Sociedad Rasuchijin para promover la agricultura, la ciencia y la música, al tiempo que continúa componiendo poesía y relatos. En 1928, un Kenji ya muy enfermo tiene que regresar a casa de sus padres. Tras luchar durante años con la pleuresía, falleció el 21 de septiembre de 1933 a los treinta y siete años de edad.

Ávido lector de poetas japoneses modernos como Hakushū Kitahara y Sakutarō Hagiwara, y su influencia se puede rastrear en su poesía, pero se dice que su vida entre los agricultores influyó en su poesía más que estos intereses literarios. Cuando comenzó a escribir poesía moderna, fue influenciado por Kitahara, así como por su compañero Iwatean Takuboku Ishikawa.

 

 

Ippongino

De repente los pinos se iluminan
y los campos de abren de improviso,
la hierba seca arde bajo el sol sin límites, sin fin,
los postes telegráficos se unen elegantes con sus aislantes blancos
y parecen extenderse hasta la ciudad de Bering.
Con este cielo cristalino azul como el mar
todos los deseos humanos se purifican.
Una vez más, rejuvenecen y brotan los alerces
y canta la alondra transparente que imagino.
Las ondas azules del Nanashigure
se elevan y descienden también de mi cabeza
y estos sauces de la arboleda
son los mismos sauces de las orillas del Volga
que se ocultan en la malaquita del cuenco celeste.
Se levanta duro y afilado el ocre rojo del volcán Yakushi,
surcada de pliegues la nieve de su cráter.
La cresta sensible del Kurakake
levanta una nebulosa hacia el cielo azul.
        (Oye, roble,
        ¿es verdad que te pusieron como apodo
        árbol de tabaco de la montaña?)
Sería una bendición
salir a pasear tranquilamente durante el día
por la bóveda celeste y por la hierba, tan llenas de luz.
Yo me dejaría crucificar por algo así.
¿Acaso no es lo mismo que mirarse en los ojos del amante?
        (Oye, árbol de tabaco de la montaña,
        si bailas de esa forma tan rara
        te llamarán futurista).
Yo, el amante de los bosques y los campos,
avanzo con el roce entre las cañas,
y discretas notas de verdor se doblan
y se meten sin querer en mis bolsillos.
Cuando camino por las zonas más oscuras del bosque,
los pantalones y los codos se me llenan de labios
que tienen la forma de la luna creciente.

28 de octubre de 1923

        

        

        


 Extraído de Kenji Miyazawa, Una luz que perdura. Traducción, notas y prólogo de Yumi Hoshino y David Carrión, Satori Ediciones, Gijón, España, 2022, pp. 80-81 | Buenos Aires Poetry 2023 | Imagen: THE JAPAN TIMES LTD.