Didier Armas (San Luis Potosí, México, 14 de noviembre de 1988). Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en UNAM FES- Acatlán. Mención honorífica en el concurso Punto de Partida UNAM No.48. Becario en el Festival Cultural Interfaz- ISSSTE 2017. Finalista en el Premio Gerardo Diego de Poesía (España) 2019. Ganador del Premio de Poesía Félix Dauajare 2022 con el poemario La última flecha editado y publicado por el Ayuntamiento de San Luis Potosí. Beneficiario de la beca del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico, Jóvenes Creadores, Literatura-poesía, 2023-2024. Ganador del Premio de Poesía Manuel José Othón 2024 con el poemario Ofrendas a Moloch. Ha recibido talleres de creación literaria en CDMX, SLP, Monterrey, Guanajuato e Hidalgo. Imparte talleres de poesía en la Casa del Poeta Ramón López Velarde de San Luis Potosí.
El llanto de las huérfilas
i
La rebelión precisa hermandad
Saboteo los mecanismos de la existencia:
la memoria: el día que nos encapuchamos
para raptar la Universidad Nacional Autónoma de México
y aunque los edificios se conservaron ilesos
algo más importante voló en pedazos
La belleza y la verdad eran partículas de esmog
y mis amigos mantenían el calor en la noche
aventando sus mordazas a la fogata
hasta que se escuchó el llanto de las huérfilas
porque todo el viento del país trasladaba su llanto
era como mascar huesos en el aire
pero en la oscuridad el temor se puede ver
y entre los estudiantes la rabia era el verdadero dios
cada estudiante un Popocatépetl a punto de estallar
en la noche que no era oscura ni fría
sino el rojo preludio a la revuelta
ii
Corrimos encapuchados hacia la caseta de cobro
una bandera negra que se izaba en horizontal
contra los guardianes de la indiferencia
los nichos de concreto y los vehículos
que temblaron ante la arremetida de tumbas
porque de nuestra garganta el lenguaje de los muertos
los descendía a un fuego íntimo
e indefensos levantaron las plumas automáticas
para ver si la frontera entre lo vivo y lo difunto
disminuía la distancia a los estudiantes desaparecidos
pero el tormento ya estaba fraguado en las venas
y yo sentí la pezuña de dios en el pecho
mientras el cielo se volvía una fosa
que jalaba la caseta de cobro de Tepozotlán
los policías los conductores los estudiantes
todo caía tumbos arriba
caía a la región de los cadáveres
iii
La impotencia perfora las paredes de la noche
Durante el insomnio rebobino el cinema de mis veintes:
el arrojo: el gas pimienta: neblina férvida
asfixiando la potencia de cien mil vociferaciones
en la Av. Reforma que oscilaba por lo recio
Adentro del gas pimienta reventé mi espíritu
para hablar con los fantasmas
y los escuché decir Desaparecimos
pero no nuestra causa y eso jamás cesará
Sus ecos insuflaban algo más poderoso
que el gas pimienta a los pulmones
unas imposibles ganas de resistir
ante la embestida de cruces por lo alto
cruces con el nombre de cada uno
que yacía en la neblina férvida
pero aguanté la respiración en el trance
como un monje que se quema a lo bonzo
empaticé por un momento con lo que desaparece
y mi cabeza en llamas voló lejos del sometimiento
donde vi a los desaparecidos arropados de un manto estelar
infinitos lúcidos con el motivo de su muerte a viva voz
hechos lo incesante y el nunca
mientras la célula de granaderos sepultaba
las consignas de mis amigos en el concreto de la avenida
No hacen falta macanas palos o puños para pegar
la desmemoria es el golpe más duro al corazón
y esta herida inconclusa crece pulgadas con el tiempo
por el aire que aún traslada
el llanto de las huérfilas
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