El dilema de la poesía en los P O E M A S de Parix Cruzado
En el mundo actual de la poesía contemporánea en nuestra lengua, hubo un momento en el que – bajo el poderoso surgimiento del movimiento Neobarroco latinoamericano – podría haberse pensado que la poesía conversacional (de tan larga y proficua data, desde la Antipoesía de Nicanor Parra (1954), el Exteriorismo de Ernesto Cardenal (1958) y el Coloquialismo imperante en los 60s y 70s) estaría pasando a un segundo plano. Pero bastante transcurridas las aguas de la poesía por los diversos canales del este ya avanzado siglo XXI se puede observar que las corrientes poéticas en la actualidad forman insospechados rápidos, remolinos y fluctuantes, así como yuxtapuestas tendencias entre las que reina la multiplicidad de formas y expresiones poéticas. Igualmente, sorprendentes vueltas y revueltas. Una de estas últimas tal vez sea la que se edifica en la muy interesante construcción verbal del libro simplemente titulado P 0 E M A S del poeta trujillano Parix Cruzado. En lo que sigue trataremos de realizar un viaje entre sus páginas interpretando los ejes principales sobre el que desarrolla su Arte Poética.
El volumen está configurado por dos grandes secciones: Dedicatorias y Poemas. De arranque en la sección primera nos encontramos con un texto dedicado a Keats – el gran romántico inglés del siglo antepasado – elaborado como una especie de carta, donde le confía que “aquí en las antiguas colonias, / la selva de concreto fecal me confina / en mi pequeña habitación”. Se trata de una primera auto definición del poeta como un ser confinado, aislado ante los monstruos de cemento que son las ciudades actuales a las que se les compara con materia excrementicia; es decir, hay una crítica implícita a la sociedad capitalista moderna. Y la poesía como un breve espacio de resistencia. Sin embargo, el poeta no transige con el sistema y permanece en una “diligente búsqueda / de la belleza” como afirma en el “Poema para Marta” que sigue al anterior. En esta búsqueda de belleza Parix Cruzado no tiene ningún reparo en explayarse en un coloquialismo extremo que testimonia el habla cotidiana real como cuando dice en el título de un texto: “Un árido poema para ella, quien con sus pelos me volvió loco”. Y en este mismo poema encontraos veros como este: “en la ilusión infinita del tiempo” de sabor clásico y metafísico. Aquí también entra una reflexión que no escabulle los hechos psíquicos concretos de nuestra humana condición: “A menudo los sueños realizados se convierten en pesadillas”.
Dueño de un muy particular estilo coloquial Cruzado crea sentencias breves, apodícticas, como aquí: “Fue eso. Ahogarse en un balde de lata, / Observar el cuarzo diminuto. Errar”. Y jugando con los conceptos despliega toda su capacidad irónica: “No tiene un nombre especial aquella cosa? / Sin ellas no logro dormir. Qué cinturas partidas / en mitades, cuartos, octavitos. Qué gramajes. / Tus muestras médicas son una belleza del auspicio.”. Su tono narrativo, recuerda por momentos al gran Nicanor Parra como en el muy logrado “Poema para Faraón” lo que no impide el desarrollo de notable originalidad en los dos textos que cierran la primera sección del libro “Poema para dos valiosas razones” y “Poema para la sibila que me sostiene” donde nuestro poeta plasma – con pericia y talento – una conseguida reelaboración muy personal a partir de famosos trabajos de dos grandes poetas de los Estados Unidos: Robert Frost y EE Cummings.
Entremos a la segunda parte del libro. En el primer texto hallamos una sintomática construcción: “no hubo palabras, / quizá tan solo susurros sobre la ausencia de sonidos” con lo cual estamos notificados de la precisa concepción poética de Cruzado: una suerte de oxímoron conceptual sería la poesía: sonidos ausentes, aunque susurrados. El poema supone una conversación entre nuestro poeta y su maestro de poesía al que califica como “Creador del heno que se aleja del oro fácil / del modernismo anglófono” abundando en la contradicción ya que acabamos de citar dos textos de Cruzado en los que hace uso de la contribución anglófona; pero comprendemos que se trata de su esquinada ironía la que se redondea en los versos finales de este texto, cuando al proseguir describiendo a su gran maestro leemos: “prefirió cosechar el llanto, / prevenir la gloria, aunque hace más / de una centuria no logró escapar de ella”. Hay otros momentos en que el poema se convierte en terreno de reflexión cuasi filosófica, por ejemplo, en este terceto: “Afinidad no es semejanza. Lo afín, sencillamente, / es la prueba del gran mecanismo de complejidad / compuesto por infinitos millones de pequeños engranajes” y después -en ottro texto – “halla en la mata imprecisa el principio de la semejanza. / Todos los hombres vamos uno tras el otro”. Y todo se resuelve en el contexto de la poesía, es decir, para explicar cómo funciona la tradición en el paso de una generación a la siguiente.
En esta segunda parte nos volvemos a encontrar con dos poetas norteamericanos, otra vez Robert Frost esta ocasión acompañado de William Carlos Williams en el mismo poema. Comienza acollerándose simpáticamente al gran bostoniano: “Jamás el viento conspirará contra nosotros, / ni la nieve cortará nuestros caminos. Querido Robert,” para pasar luego afirmarnos que “Quisiera parafrasear al doctor Williams.” y preguntarse “Acaso apellidar García fue despectivo en los años treinta?” quizá aludiendo a la cierta condición hispánica del gran poeta médico en USA. Luego elabora sobre temas suyos y asegura que se inmiscuirá en Williams “Cuando el viejo que pierde sus ahorros y el efebo / que se acaricia la barbilla de alguna manera / logren sincronizar sus corazones, solo entonces, me zambulliré” con lo cual Cruzado crea un singular paratexto (en relación con Williams) de clarísima originalidad. El remate del poema viene dirigido a Frost con ironía: “A lo mucho podemos escribir un tuit” marcando además una inflexión tecnológica digital y procede -en una audaz traslación temporal – a retrotraer a Frost junto al presidente Kennedy (quien es fama lo invitó a su asunción presidencial) al Perú de hoy: “Señor presidente, venga conmigo a las colinas, / subamos a una combi y lleguemos mucho más allá. / Retocemos sobre el barro de alguna pampa de Pachacamac.” Y remata con una irreverente alocución dirigida a su maestro: “Quítese la pañoleta y bájese los pantalones, / maldito viejo indecente”.
Esta “alienada imaginación” como la llama él mismo, sin embargo, lleva a nuestro poeta por caminos de una crítica social al sistema: “Mercancías de su exiguo, milagroso capital” en el “Poema con mercado dormido” donde la magia de su dominio rítmico es capaz de deleitarnos del siguiente modo: “Bajo el silencio de la madrugada, / el inestable mercado duerme. / El lánguido dulzor de las frutas yace sobre gajos / y otros cuerpos vegetales casi íntegros abandonados / en el fondo de las jabas”. Especial interés posee el “Poema para cuestionar mi amor” en el que discurre sobre la extraña condición amorosa: “Yo tenía un amor que guardo con inasible dulzura. / Yo tengo a ese amor desbordado y elocuente / ante dos filas de dientes alineados y el efecto bruno / de la evasiva piel que añoro”. El esquivo amor que nos compete se torna evidencia cotidiana: “Amo el color de la tintura en el cabello / que trató asertiva tu estilista” pero la literatura va a definir la situación: “Con tus pelos que me volvieron loco / me pasa igual que con una buena traducción, / no sé si adorar al autor o al traductor”. Y en el remate del poema la contradicción continúa bellamente expuesta: “Arde en mí el deseo de tenerte, sin embargo / refulge en mí también tu manera de amar al irte de mis manos”.
Entramos ahora a una zona de lúdico delirio como en el “Poema del amor puro” o en el denominado “Poemas” donde la realidad se vuelve un diseño incomparablemente divertido, dándole la vuelta a temas serios como una guerra de Secesión (que podría ser la de los Estados Unidos, pero no hay ninguna seña específica de que así sea) o el asunto del padre, o el cuestionamiento a su maestro Robert Frost por su “servil actitud” ante John Kennedy. Más adelante encontramos a un poeta que se autoataca hasta el punto de escribir lo siguiente: “porque mi idea de diablo es siempre la del pobre diablo / cómo diablos le pondría la d mayúscula a un diablo / así de poético? Y bueno tus familiares reciben la urna / contigo dentro ya sabes ese contigo es tan imaginario/ que deberías ser tú”. Muy buena dicción, implacable ironía, son los ejes sobre los que gira esta excelente poesía.
La experiencia de vivir nos es presentada en toda su terrible dimensión: “Sostener el cráneo, quedarme de codos / sobre el escritorio, qué doloroso es”. La neurosis se hace presente hacia los poemas finales del libro. Lo cotidiano envuelve al poeta y la contradicción vital parece coparlo: “Es extraña esta composición de versos. / Sin embargo, la poesía me aúna y rescata”. Rescatado entonces, pero – casi inmediatamente después leemos: “La poesía es un bálsamo que no sacia. / que deteriora mis nervios con el sinuoso ritmo de la muerte” Y el remate es definitivo: “La soledad es un asunto irremediable”. Por otro lado, asume la problemática de su identidad: “Quién diablos escribe este intento de poema” con lo cual podemos afirmar que uno de los grandes temas de este libro – sino el principal – es la misma y propia poesía o el quehacer poético; tópico sobre el que Parix Cruzado se explaya con toda sinceridad: “Mi supraconsciencia responde: Ave, caduco poeta, / vete a buscar las palabras en los aburridos bares de Trujillo”. Más aún cuando afirma: “no he sostenido la rienda de mi propia voz, / tan solo soy un aprendiz”.
En la encrucijada de dicho dilema, la franqueza de su dicción confirma su calidad (a pesar de su severa autocrítica) configurando esta cuarteta que bien puede ofrecerse como un Arte Poética: “Esta vida de sopla fuegos no me permite ser ordenado / en el estudio ni tener una estrategia técnica para expresarme. / Solo atrevimiento, conocimiento de mí mismo / y mucha sinceridad, eso es todo, no hay más”. Pero en realidad, sí hay más, mucho más diría yo: estamos ante uno de los más talentosos poetas del Perú en la hora actual. Siempre en poesía.
[Orillas del río Cooper, sur de New Jersey, julio del 2024]
