Verlaine (Colofón) | Stefan Zweig

«No menospreciamos a Paul Verlaine si no lo contamos entre héroes de la vida. Fue una manifestación aislada, demasiado importante para ser típica, demasiado débil para ser eterna. Había belleza en su humanidad, pero no duradera. No nos dio nada que no estuviera ya en nosotros».

Stefan Zweig


  

Il faut, voyez-vous, nous pardonner les choses.

PAUL VERLAINE

  

Quedaría por decir si, de esta vida que tuvo su arranque en Metz y se extinguió un día de enero del año 1986 en la angosta estancia de una buhardilla en París, del ser humano llamado Paul Verlaine y su obra, se despliega uno de esos efectos que podríamos llamar permanentes por miedo a la orgullosa y sonora palabra eternos. Porque la valoración de los poetas verdaderamente grandes supera las fronteras de la literatura, pasa indiferente ante lo que se llama influencias y ambientes artísticos, lo eterno de las grandes obras poéticas anhela eternidad. Para la humanidad, la poesía es un infinito que reúne al éter, y los grandes de entre los poetas son los que pueden contribuir a ese vínculo mágico que se tiende desde la oscuridad de la distancia hasta los nuevos amaneceres.

No menospreciamos a Paul Verlaine si no lo contamos entre héroes de la vida. Fue una manifestación aislada, demasiado importante para ser típica, demasiado débil para ser eterna. Había belleza en su humanidad, pero no duradera. No nos dio nada que no estuviera ya en nosotros: tan sólo fue corriente de la vida, sublime eco de esa música secreta que se alza en nosotros a cada contacto con las cosas, como el sonido de las copas en una vitrina sacudida por los pasos o un golpe. Su efecto es profundo, pero no por eso grande. Para serlo, habría tenido que superar un destino a cuya altura no estuvo, habría tenido que desprenderse de la voluntad tejida por mil vicios y pasiones. Y, sin embargo, es uno de esos prescindibles a los que uno no quisiera renunciar, un milagro amable e innecesario como una flor exquisita que sólo da dulzura y maravilloso descanso a nuestros sentidos, pero no nos hace nobles, fuertes, osados y humildes.

Fue —tal resultó ser su grandeza y su fuerza— símbolo de la más pura humanidad, espléndida energía poética en el frágil receptáculo de su personalidad. Un poeta que hermana con sus obras los versos de la vida, los sonidos de los bosques, el beso del viento, el susurro del junco y la voz de la tarde; humanamente fue lo mismo que nosotros, los que le amamos: uno de esos insaciables que, aunque confundido por la fuerza irrestricta de su propia vida, bebió el dolor ajeno, la dicha ajena, en las exquisitas copas de los nobles poemas, multiplicándose en su esencia y en sus sentimientos de ciega e inagotable nostalgia de la totalidad y el infinito. 

 

 

 


Extraído de Stefan Zweig, Verlaine. Traducción de Carlos Fortea, Acantilado, Barcelona, 2023, pp. 83-85 | Buenos Aires Poetry 2024

  


N° ESPECIAL ARTHUR RIMBAUD 

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