Elefante (Colección Pippa Passes, 2025) | Oliver Guevara

Oliver Guevara, nació en la capital del estado de San Luis Potosí, México. Periodista, narrador y poeta. Se desempeñó una década como reportero de nota roja e investigaciones especiales; ha ganado en tres ocasiones el premio estatal de periodismo. En 2011 publicó la plaquette de poesía Sed de alba; fue mención honorífica en el Premio Bellas Artes de Cuento Amparo Dávila 2012 con el libro Lagaña de perro; en 2014 ganó el Premio Estatal de Literatura Manuel José Othón 20 de Noviembre con el libro de poesía Mecánica de la materia y fue beneficiario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) en la categoría de Jóvenes Creadores. En 2018 se hizo acreedor al Premio Estatal de Literatura Manuel José Othón 20 de Noviembre con el libro de cuentos La rabia y sus días. Textos suyos han aparecido en medios locales y nacionales. Actualmente es beneficiario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) 2024 en la categoría Creadores con Trayectoria.

 

 

Elefante en la habitación

El tiempo son cuatro dimensiones,
puntos que son sucesos,
movimientos que dibuja el palpitar de la presencia.

Conocemos
este amarillo de junio,
pesa lo que un salto de electrón,
y pienso que ese vibrar en las manos de mi padre,
es la longitud de onda
de un cobalto que flota a través de abrazos
que nunca recibió.

Lo más elemental se ve afectado por la gravedad,
como si una fuerza esencial despertara dentro de un pájaro
que no encuentra tierra.

No cambia con migraciones,
va a un ritmo constante,
gira,
estacionario,
es la masa posible de una estrella.

La entropía es recordar lo fácil de prescindir,
hacer memoria es emitir calor,
aumentar la cantidad de desorden en el infinito,
guardar en cajones cualquier cosa que nos parece importante.

Ahora mismo crece el magenta,
desde el sillón donde miras afuera,
me explicas del desorden que aumenta con el tiempo,
porque de esa manera lo medimos.

El marrón del aura en tu ojo,
podría ser el idioma de lo que conmueve
en lo más profundo de la lluvia.
La existencia es un acto irrefrenable de movimiento,
la necesidad perpetua de ir más allá de lo que no se ignora
al sostener el agua entre manos.

 

Cementerio de elefantes

Ella mira como quien sabe todo,
medio sonríe cuando le cuento poco,
tiene tu mueca de atardecer de pronto.
Cuando hay bruma recorre descalza el patio,
toma una flor
y la acomoda en su pelo.
Sabe tanto de todo,
es un espejo que juega a ser convexo,
tiene tu boca,
la altivez de tu ceño,
un lunar del lado equívoco de la razón.
Tiene tu espantosa letra
con la que escribe: no me gusta el frío.
Ella aún no sabe por qué vino a este mundo,
se cree lagarto para ahuyentar mujeres tibias.
Al contrario tuyo no cuenta con infancia,
es una pequeña ola de luminoso apetito,
un cordel de rueca enredado,
sabe leer puntadas para deshacer presentes.
Heredó tu diente roto,
nació de tu ombligo donde el amanecer se hila,
todos los días tristes son una huella de elefante,
el extravío del espíritu que se hace pasar por ti.
Ensayábamos huidas cada tarde,
no sabíamos a dónde ir,
no sabía.
Antes de que fueras concebida,
te pensaba en fiebres que nacen del linaje oscuro,
en la geometría absoluta de la sangre de mamá.
¿Acaso tu madre tejía desde siempre este recuerdo?
¿Cuándo decidió no concebir?
¿Cuándo subir a ese árbol?
Ya sabía de ti en mi primer orgasmo,
desde primeras noches del mundo,
cuando el mastodonte aprendió a recordar
que su gravedad no cabía en futuros sueños.

 

Cráneo de elefante

En la playa deliran ballenas al saber que respiran,
conciben el aire como espuma que las empuja,
sobreviven a su pulso hirviente,
alguien las dio a luz vivas
y no saben volver.

Tengo plenitud de mis tejidos,
me palpo como penumbra que invade,
hay ganas de echar cal a estas manos que tocaron.

Hoy te hablo de la propiedad de las partículas,
de su paso a través de un punto,
de su valor imaginario,
de la casta de mis terrores
y de un silabario que contiene el lenguaje de la carcoma.
Asumir la dimensión de lo imposible.

Esa noche no podía abotonarme la camisa,
la misma en que me dijiste que no te quisiera demasiado,
yo empecé a mentir y tú a marcharte.

El origen del cíclope será este orificio,
esta cuenca única
que supura seminales fantasmas del infinito.
Estoy viejo.
Me entero que se permite matar a los elefantes machos,
ahora que busco playas,
que aprendo a caminar lento,
que no sé volver.

 

 

 


Oliver Guevara
Elefante
Buenos Aires Poetry, 2025
70 pp.; 13,34 cm x 20,32 cm.
ISBN 978-987-8470-99-3
Poesía México.