Araceli Toledo Olivar (7 de febrero de 1976) es una poeta mexicana. Nació en Cuautla Morelos, México; pero nunca ha vivido ahí. Desde pequeña, ella y su familia se trasladaron a Juchitán, Oaxaca, México. El primer respiro de vida de Araceli matizó sus pulmones con las historias, sabores y afectos relacionados con el vínculo materno. Su abuela Félix fue una gigante cubierta de luna y barro. Cómplice del tiempo. Tejedora de flores. Ella y Ara se quisieron desde antes de la llegada del invierno de 1976. Del linaje juchiteco, Araceli tomó el fuego. Una pizca de alumbre iluminó las salamandras de su familia paterna y, desde entonces, las llamas se avivan y se aquietan según el antojo del basto inquebrantable de la abuela Florentina. La escritura poética de Araceli explora temas relacionados con la identidad, la herencia y la espiritualidad femenina en espacios simbólicos donde el pasado es un umbral que conecta lo onírico con lo ritual. Además de escribir poesía, Araceli tiene una gran pasión por el Tarot, así como por estudios sobre escritoras visionarias y hechiceras. Es doctora en Literatura Hispanoamericana; en la actualidad se desempeña como profesora investigadora de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP. Ha realizado estancias de investigación en la Universidad Autónoma de Madrid (2023) y en la Universidad Complutense de Madrid (2024). Publicó los poemarios Murmullos de Salamandras (2019), Del Infinito y las Violetas (2020) y Las caras de la luna (2021). Forma parte de la Red Internacional de Estudios de lo Hermético.

       

    

Orquídea

En parvada de azul plumaje
se encrespan mis cabellos
Sus puntas se enredan
a mitad de la polvareda
de tropiezos
                     futuros
mientras mis raíces se
empeñan en pertenecer
a este mundo
                a pesar del vacío
acumulado por las mujeres
que alguna vez me habitaron
     a pesar de morar el cuerpo
que inútilmente intenta ser
        cobijo        presencia

donde otros se han negado
a estar
          a pesar de ser carne
minada
que desde siempre
se ha rendido
ante la lengua del impostor

A pesar de ser como la Ninfa
que crédula se embelesa
con la implacable
fugacidad
de la orquídea

 

Ámbar

Tu mirada
acicala las enredaderas
afiladas de esta selva

Mi entrepierna se baña
de tu pardo ámbar
Nuestra
           respiración
es mercurio diluido

Mercurio que se hunde
en el aliento
del índigo
amanecer

  

Granada

El aire arrobado de incienso
se adueña de la habitación
Enciende
la humedad
de nuestros contornos

Tu lengua rodea
la pleura imperceptible
de la fruta bermellón

Qué agridulce ambrosía
es
                   Amor
        la espera marcada
          por los filamentos
     de un cuerpo dispuesto

Siempre
dispuesto a
                     desgranarse

 

 

 

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