Lágrimas de un pájaro, Gabriel Rodríguez Molina ≈ COLECCIÓN PIPPA PASSES

Gabriel Rodríguez Molina. La Plata, 1995.

Narrador y poeta. Estudia Medicina y Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata. Ha publicado su primer poemario El despertar de los ojos glaucos (Editorial Lisboa) a principios de 2017.

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La poesía ha muerto.

Muere al salir del cuerpo de quien la fecunda. Luego, sólo queda en la piel una herida, un rastro de que, alguna vez estuvo allí, alojada, entre la carne que sangra.

Hay quienes lloran su muerte ¿Cómo no llorar cuando ya toda la poesía se ha desprendido de nuestro cuerpo y nos ha abandonado?

El poeta se transforma en un cadáver que, inerte, camina sobre los espinillos para sentir que cada poema ha soportado el puñal del marchito tiempo. Su sangre se mezcla con la tierra.

La poesía ha muerto. Los poemas son esas simples flores que los devotos tiran hacia su fosa con el último suspiro de sus carnes, con el último desgarro de su garganta, con el último anhelo de puñal perfumado, con la desesperación del último adiós. Entonces, muere el poeta, sobre los tristes pétalos. Mueren las palabras en su garganta vacía.

Los pájaros lloran su muerte, jadean en alguna parte del mapa, sollozan.     

Un labriego recoge sus lágrimas y redime su esclavitud.

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Para ver un mundo en un grano de arena
y un paraíso en una flor silvestre,
sostén el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora.

–William Blake

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En la piel muerta
de un viejo río
doce pétalos se extinguen
junto al tiempo.

Hay olor a jazmín
¿Qué olor tendrá
mi muerte?

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*

Mis brasas se anidan
en la palma de una mano
la luz de mis labios
se esparce
sobre una mirada.

Una vida observa,
en silencio,
a otra vida desforestarse.

La corriente de su boca arrastra
y me enhebra
cual húmedo madero
en su vientre.

El aliento fúnebre de su lengua
como un salitre
seca mis labios.

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*

La espuma de las hojas
deja su huella boreal.
Su cauce
marchita en el crespúsculo,
la pureza se esconde
en la sombra
de un árbol muerto.
Mueren los árboles en mi patio.

La lluvia anuncia
el parto de la noche, gime, la noche
al parir el mundo.

Escribo sobre la arena de su cuerpo:
La textura del viento
roza sólo a aquel
que lo nombra.

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*

La brisa
nace en las alas de una mosca.
La tierra
en la espalda de una hormiga.
El sol
en el orgasmo de una abeja
y su amarillo amorío,
con el núcleo de un jazmín.

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Lágrimas de un pájaro,
Buenos Aires Poetry, 2018.
58p. ; 20×13 cm.
ISBN 978-987-4197-11-5
Poesía argentina.

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