ESA FIESTA MORTAL DEL LENGUAJE
Conversación con Óscar Hahn
1. Voy a comenzar con la pregunta ritual. ¿Cómo y cuándo empezaste a escribir poemas? ¿Recuerdas las circunstancias?
Las recuerdo bastante bien porque tuvieron que ver con un hecho puntual. En aquel tiempo vivía en Rancagua, cerca de Santiago. Tenía 16 años. Un día, a la salida del colegio, mi novia, un año menor que yo, me exigió que le escribiera un acróstico. Yo ni siquiera sabía qué cosa era eso y mi trato con la poesía era nulo. Entonces, como no quería quedar mal con ella, me fui donde un amigo mayor que era poeta y le pedí que escribiera el acróstico para presentarlo como mío. Al día siguiente se lo mostré, pero ella no me creyó y me conminó a que le escribiera otro ahí mismo. No me quedó más que intentarlo. Lo leyó y me dijo: “Está bien, te creo”. Lo que más me sorprendió de todo este episodio es que escribir el acróstico no me costó nada. Sentí que había descubierto algo nuevo. Al año siguiente me atreví a iniciar un pequeño libro.
2. Ese libro lo escribiste entre los 17 y los 20 años y se llama Esta rosa negra. Tiene como foco único el tema de la muerte. Llama la atención que un poeta tan joven tuviera esa preocupación.
La verdad es que nunca he entendido por qué razón ese tema se adueñó de mi poesía desde mis inicios y sigo sin entenderlo. La pérdida temprana del padre, por defunción o por ausencia del hogar, parece ser una constante en la vida de muchos poetas. Hay un artículo sobre el tema en el New York Times. Mi padre murió cuando yo tenía 4 años, pero no me atrevería a decir que ahí está la génesis de mi temática. Como sea, el caso es que la obsesión por la muerte adquirió dos modalidades distintas: la desaparición del individuo, y el exterminio colectivo por efecto de la guerra. Estas dos vertientes reaparecen, en mayor o menor medida, en todos mis libros posteriores.
3. Desde luego es el tema que preside Arte de morir, que en el fondo es tu primer libro, porque tus dos cuadernillos anteriores, Esta rosa negra y Agua final, están integrados a ese volumen. Dices que en Arte de morir aparecen la muerte personal y la muerte colectiva a consecuencia de la guerra. Particularmente de la guerra nuclear. Me interesa que me hables sobre este segundo aspecto que ya es perceptible en el poema Reencarnación de los carniceros, que escribiste a los 17 años. Además, has reunido tus poemas bélicos en una edición muy bella, con el título de Poemas radiactivos.
Bueno, yo tuve una conciencia muy temprana del peligro que significaba la proliferación de armas nucleares. Cuando se lanzó la bomba atómica en Hiroshima y después en Nagasaki tenía 7 años. Estamos hablando de 1945. Ese año escuché una conversación en mi casa sobre la bomba atómica y la aniquilación de esas dos ciudades japonesas. Todo esto me impresionó muchísimo, tanto es así que frecuentemente tenía pesadillas sobre el fin del mundo. Eventualmente todo eso fue a parar a mis poemas.
4. La presencia de la tradición española de la Edad Media y de los siglos XVI y XVII es perceptible sobre todo en Arte de morir, aunque menos en tus otros libros. Cómo llegas a ella, considerando que tus coetáneos chilenos tenían más bien una actitud hostil hacia la poesía española de cualquier época.
Lo que pasaba era que ellos leían solamente a poetas que originalmente escribían en francés y en inglés, pero como no dominaban esas lenguas, tenían que leerlos en traducción. Yo hacía lo mismo, pero a mí además me interesaba leer a Jorge Manrique, San Juan, Góngora o Quevedo en una lengua que era la mía, así podía tener una experiencia directa de los procedimientos y técnicas verbales que usaban.
5. En este orden de cosas habría que mencionar el trabajo que hiciste con el cancionero anónimo Flor de enamorados, impreso en 1562.
Ese es un libro que encontré en la Biblioteca de la Universidad de Iowa. Es una versión facsimilar. Está en catalán y en castellano antiguo. Como no sé catalán, me concentré sólo en los poemas escritos en castellano. No son fáciles de entender, por eso tuve que “traducirlos” al castellano actual. Sin embargo, fui más allá: los trabajé como si fueran borradores de poemas míos y me tomé la libertad de hacerles algunas modificaciones.
6. Has nombrado a poetas de los siglos XVI y XVII. Y la Edad Media, ¿qué papel juega en todo esto? Hay una cita que tengo a mano y que me gustaría reproducir. Es del crítico chileno Ricardo Latcham, ya desaparecido. Comentando Esta rosa negra dice que “tiene ese equilibrio entre lenguaje oral y lenguaje escrito, característico de los poetas medievales”.
Yo me inicié como lector de poesía un día que estaba esperando a un amigo en una biblioteca y saqué por azar una antología de poetas españoles medievales. Estaban desde luego las Coplas de Jorge Manrique, la Danza de la Muerte y otros poemas funerarios que me llamaron mucho la atención. Además, siempre tuve esa idea de que el siglo XX era como una nueva Edad Media. Muchos años después vi un ensayo de Umberto Eco en el que desarrolla la misma idea. Lo que me atrajo de esos textos antiguos fue exactamente lo que dice Latcham.
7. En el fondo, lo que Latcham implicaba es algo que ha sido el sello de tu poesía y es que en ella pueden convivir hasta los lenguajes más opuestos y contradictorios.
Así es. Y esto tiene que ver con el concepto pluralista que tengo de la poesía. En Hispanoamérica hay ciertas tendencias sectarias que yo no me compro. Eso de: “escriban todos como yo”, no me acomoda. Nicanor Parra, impulsor de la antipoesía, aspiraba a que todos se transformaran en antipoetas. Yo defiendo que es más fructífera la existencia de una pluralidad de estéticas, que pueden coexistir paralelamente y hasta manifestarse en un solo poeta. El pluralismo es absolutamente central en mi pensamiento poético y también en mi pensamiento político.
8. O sea que el crítico sueco Gustav Siebenmann da en el blanco cuando dice que tú eres el gran integrador dentro de la poesía chilena.
Lo que yo creo haber mostrado en la teoría y en la práctica es que a mí no me interesa descartar nada a priori. Dentro de lo posible, lo que busco es sumar, es decir integrar.
9. En un artículo que apareció en la revista Ínsula Graciela Palau de Nemes dice textualmente: “La sensibilidad contemporánea no había dado en Hispanoamérica una verdadera poesía fantástica hasta Hahn”. ¿Estás de acuerdo con ella?
Mira, a estas alturas es evidente que lo fantástico es dominante en mi poesía. El mérito de ella es haberlo puesto de relieve tempranamente, cuando nadie le prestaba atención.
10. Pasemos ahora a Mal de amor. Es inevitable mencionar que éste fue el único libro de poesía prohibido en Chile durante la dictadura de Pinochet. ¿Qué fue lo que pasó?
En esos años, para que un libro pudiera publicarse o distribuirse, había que pedir un “permiso de circulación” al Ministerio del Interior. Con ese nombre trataban de ocultar lo que realmente era: la instauración de la “censura”. El editor imprimió el libro y lo distribuyó en las librerías, pensando que lo del permiso sería un simple trámite, ya que se trataba de un libro de poemas de amor. Pero cuando fue al Ministerio se encontró con la sorpresa de que el permiso le había sido negado y le ordenaron que retirara todos los ejemplares de las librerías y que destruyera la edición completa.
11. Ya que no era un libro político o de protesta ni contra el gobierno ni contra nadie, ¿tienes alguna idea de cuál fue la razón que motivó la censura? A ti te metieron preso el mismo día del golpe militar y luego saliste al exilio. ¿Crees que esa podría haber sido la razón?
La verdad es que nunca he podido saberlo. Hay toda clase de teorías, algunas bastante pintorescas. Por ejemplo, que el autor habría tenido una relación adúltera con la esposa de un alto funcionario del régimen y que ella sería la “bella enemiga” que figura en el libro. Un diario peruano llegó un poco más lejos y afirmó que el marido engañado era un almirante. Y una revista argentina encabezó la noticia con el titular “Prohibido amar en Chile”. Hasta el Washington Post intentó dar una explicación diciendo que había un poema que era ofensivo para la Virgen María. En fin, especulaciones así.
12. En una respuesta anterior te referiste a lo fantástico. Quizás sería bueno que hablaras sobre los prefantasmas, esos extraños personajes que deambulan por tus poemas.
Los prefantasmas son seres que todavía no han nacido en un cuerpo, pero cuya presencia inmaterial es perceptible de distintas maneras. Hay que distinguirlos de los fantasmas tradicionales, que son posteriores a la muerte. Estos otros son anteriores al nacimiento, pero igual nos visitan de vez en cuando y andan penando por ahí.
13. Llegaste a Estados Unidos como exiliado en 1974. Hiciste tu doctorado en Filosofía en la Universidad de Maryland, donde estuviste 3 años, y en 1977 fuiste contratado como profesor de Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Iowa, cuya sede está en Iowa City. Esta ciudad es considerada una de las más “literarias” de Estados Unidos. Allí están el famoso Workshop y el Taller Internacional de Escritores. En tus más de 30 años en esa ciudad tienes que haber conocido a escritores muy importantes. Si tuvieras que destacar a uno solo, ¿quién sería ese escritor?
Tienes razón. Por Iowa City ha pasado medio mundo. Desde luego, muchas figuras mayores de la literatura norteamericana, como Tennessee Williams, Robert Lowell, John Cheever o John Irving. Mención aparte merece Louise Glück que obtuvo el Premio Nobel de Literatura el 2020 mientras era Profesora en la U. de Iowa. Y la cantidad de profesores o exalumnos que han obtenido el Premio Pulitzer es impresionante. Era muy fácil toparse con ellos en cualquier parte. Ahora, si tuviera que nombrar a uno en particular, tendría que ser Raymond Carver, con el cual tuve un trato bastante frecuente durante el primer semestre de 1978.
14. En este momento, ¿qué recuerdas de él?
Que era un tipo grandote, con pinta de oso y cara de niño. Compartimos un café muchas veces con un grupo pequeño de colegas y alumnos de la universidad. Lo recuerdo no sentado, sino casi tendido en la silla, con sus largas piernas estiradas. Escuchaba todo con mucha atención, pero sin mirar al que hablaba. En esos años había publicado dos libros de cuentos que fueron bien recibidos por la crítica, pero todavía no era la leyenda en la que se convirtió después. Recuerdo una vez que de pronto se paró de su silla y caminó hacia la puerta porque alguien le estaba haciendo señas. ¿Sabes quién era? Nada menos que John Cheever. Cosas así pasaban a cada rato en Iowa City.
15. “En un abrir y cerrar de ojos” ha sido tu libro más galardonado. En 2005 ganó el premio Casa de América de España, después el premio del Consejo Nacional del Libro de Chile y finalmente el premio internacional José Lezama Lima de Cuba. ¿Qué me dices?
Que lo considero una compensación de alguna divinidad generosa. Te explico por qué. Sucede que En un abrir y cerrar de ojos tuvo un parto bastante atormentado. En septiembre de 2005 sufrí un desprendimiento de retina grave. Estuve a punto de perder el ojo derecho y debí ser operado de urgencia. Durante los meses de convalecencia fueron saliendo una serie de poemas que a duras penas lograba garrapatear en hoja sueltas, porque casi no veía. Al final de ese verdadero calvario me encontré con que tenía en mis manos un nuevo libro de poemas: En un abrir y cerrar de ojos.
16. ¿Recuerdas cómo surgió el título?
Claro. En medio de la experiencia que te acabo de contar estuve pensando lo siguiente: abrimos los ojos al nacer y los cerramos al morir; entre medio, muy velozmente, transcurre la vida: en un abrir y cerrar de ojos.
17. Dos días antes de la elección presidencial de 2021, el candidato Gabriel Boric fue entrevistado en la televisión chilena. Hacia el final de la entrevista, Boric recitó de memoria tu poema “El doliente”. Pues bien, ese poema es un soneto. Resulta sorprendente, y positivo, que una persona muy joven como Boric haya elegido un soneto, o sea una forma supuestamente obsoleta. Tienes fama de ser un eximio autor de sonetos. ¿Qué nos puedes decir de todo esto?
Pienso que se ha exagerado mi condición de sonetista. Lo cierto es que en mis largos años de poesía he escrito 30 y tantos en total. Un solo libro de Neruda se llama Cien sonetos de amor. Aunque parezca raro, yo no elijo utilizar esta forma. Primero surge una especie de aparición, que puede estar compuesta de uno o dos versos, y yo no sé si va a terminar siendo un poema en versos libres o una composición sujeta a la métrica. Pero en algún punto de su desarrollo empieza a tomar la configuración de soneto y yo simplemente me dejo arrastrar por la estructura que se va insinuando. En cuanto a lo de Gabriel Boric, actual presidente de Chile, estoy gratamente sorprendido. Quizás prueba que no hay formas obsoletas a priori.
18. Enrique Lihn describió tu poesía como “esa fiesta mortal del lenguaje”, frase que he elegido como título de esta entrevista. También se refirió a ti como “el vero artista de la palabra”. En este caso, ¿estaba pensando en tus sonetos?
Yo creo que se refería específicamente a los poemas de Arte de morir, fueran sonetos o no. Él escribió varios ensayos sobre ese libro. A excepción de Mal de amor, Enrique no conoció mis publicaciones siguientes. Cuando aparecieron ya había fallecido. Él sabía, eso sí, que para mí el poema es una obra de arte, como la pintura o la música o el cine. Y esto no tiene nada que ver con esteticismos o con la doctrina del arte por el arte.
19. En tus libros En un abrir y cerrar de ojos y Pena de vida, el tema de la guerra reaparece de una manera muy impactante. Poemas como “Los jinetes del Pentágono”, “En la tumba del soldado desconocido” o “Retrato de familia iraquí” remecen hasta al lector más insensible.
Lo que ocurre es que viviendo en Estados Unidos me vi enfrentado al problema de la guerra de una manera cotidiana. Los dos libros que mencionas fueron escritos durante el período de las Torres Gemelas y las guerras de Irak y de Afganistán. Yo veía a los jóvenes conscriptos partir a la guerra y a algunos de ellos regresar en un ataúd. Además, pensaba en los miles de iraquíes y afganos que morían en sus respectivos países. Antes de vivir en Estados Unidos yo ya tenía una sensibilidad muy acusada con respecto a la barbarie que representa la guerra. Pero otra cosa es vivir bajo un gobierno que está lanzando bombas y misiles a cada rato contra otros países.
20. Un aspecto que llama la atención en tu poesía es que, aunque a veces recurres a la tradición medieval o clásica, tus poemas incluyen con toda naturalidad elementos que podríamos llamar de la tecnología actual o del mundo moderno: televisores, computadoras, celulares, e-mails, la bomba atómica, un jet a 30,000 pies de altura o la radioactividad, por nombrar algunos.
Creo que en mi caso esto tiene que ver más bien con algo que encuentras en el pensamiento de Heráclito y que es la coincidencia de los opuestos. Así como la muerte está en la vida, o el sueño en la vigilia, la tradición y la modernidad pueden converger y cohabitar en un punto que es el presente desde el cual escribo. En mi poesía esa convivencia de los opuestos se manifiesta de diferentes maneras. Ahora recuerdo el encabezamiento de un diario español que a propósito de un libro mío recién publicado dice que en una página se puede encontrar a Góngora y en la siguiente a los Rolling Stones.
21. ¿Cómo consigues que esta especie de disonancia no produzca un efecto negativo en el lector?
Lo cierto es que yo no busco producir nada en especial, ni positivo ni negativo. Por decirlo así, el poema corre con colores propios y genera sus propias reglas y valores. De este modo se gesta un pacto entre el texto y el lector, y no entre yo y el lector.
22. A propósito de lo que dices recuerdo justamente tu poema “Fragmentos de Heráclito al estrellarse contra el cielo”. Fue citado nada menos que por el filósofo Fernando Savater en uno de sus ensayos. ¿Cómo te sientes?
Me siento muy honrado. Si Savater de pronto quiere recurrir a la poesía y no solamente a la filosofía, bueno, lo hace y ya. Cierto, el poema es acerca de un filósofo, pero él sabe que la poesía tiene una visión propia.
23. Vamos ahora a un par de hechos recientes. A raíz de cumplirse un año de la guerra con Rusia, escribiste el poema “Ucrania bajo fuego”. Apareció en la revista francesa online POESIBAO en el mes de marzo del 23. Y aquí viene algo sorprendente. Lo acostumbrado es que en la revista los poemas extranjeros aparezcan traducidos al francés. Pero el tuyo lo publicaron en francés, en castellano, en inglés, en italiano y en alemán. Uno tras otro. Eso es muy inhabitual. ¿Qué pensaste cuando lo viste?
Me alegró mucho, no por mi ego personal, sino porque este tipo de poema quiere mandar un mensaje y defender cierta ética, por lo tanto, si puede ser leído en cinco idiomas, el alcance va a ser mayor.
24. Vamos al segundo hecho. Acaba de aparecer un nuevo libro tuyo. Fue publicado en Lima por Ediciones Códice de Poesía. Se llama Ser y No Ser. Enfatizo la “y”.
Claro, la conocida cita de Hamlet es “Ser o no ser”. En el título de mi libro se reemplaza la “o” por una “y”. O sea, no hay ninguna disyuntiva: existe el Ser pero también existe el No Ser. Recoge 19 poemas que durante estos años habían aparecido sueltos y separados. Se trata de una edición limitada, tipo libro de arte. Y para aumentar mi alegría, fue ilustrada por mi hija Stanzy.
25. Así es. Ella hizo un trabajo admirable. Pasando a otro tema. He notado que tienes una influencia marcada del rock de los años cincuenta y sesenta.
A ver, a mediados de los años 50 yo vivía en Rancagua, Chile, y estudiaba en el Liceo de esa ciudad. Me gustaba mucho escuchar música popular y clásica en la radio. Ahora bien, yo creo que por ahí por 1958, irrumpieron dos canciones de una nueva estrella del rock and roll que se llamaba Elvis Presley: “Perro sabueso” y “Hotel de las nostalgias”. Imagínate, en ese tiempo el género de moda en Latinoamérica era el bolero, ideal para bailar lento en las fiestas juveniles, y de repente, nos cae encima el rock and roll: un terremoto grado 9. Ese fue el principio. Pero fíjate las vueltas que da la vida. Varios años después, en septiembre de 1974, yo acababa de llegar a la Universidad de Maryland como estudiante de doctorado, ¿y con qué me encuentro? Con que anuncian un concierto del mismísimo Elvis Presley, en un estadio de la universidad.
26. Por cierto tú tienes un poema que se llama “Hotel de las nostalgias” y una antología, publicada en Perú, que lleva el mismo nombre. Y también está “Hotel California” inspirado en la composición del grupo “The Eagles”.
Para mí fue una gran suerte llegar a Maryland porque bastante cerca de la Universidad había varios estadios en los que se presentaban grupos de rock. Yo me subía en mi Volkswagen y en media hora estaba muy instalado presenciando algún concierto. Y así fue como surgió el poema en 1977. En el Capital Centre escuché “Hotel California” por primera vez. Como en la mitad de la interpretación tuve la impresión de que la letra era un cuento fantástico.
27. Miel sobre hojuelas para ti, porque lo fantástico no sólo es dominante en tu poesía; también has escrito ensayos y dictado cursos sobre ese tema.
Cierto. Pero también ocurrió algo curioso. Asocié esa canción con el “Nocturno” del modernista colombiano José Asunción Silva. Traduje la letra del rock al castellano, y con ella, más los versos de Silva, hice un montaje. Un encuentro anómalo a primera vista pero que ensambló perfectamente. Y ese fue mi propio “Hotel California”.
28. Por lo que me dices, tienes que haber asistido a conciertos de varias figuras de la música pop norteamericana.
Mira, entre 1974 y el verano de 1977 vi a Elton John, George Harrison, Eric Clapton y los Rolling Stones. Y también a Santana, que actuó en el mismo lugar donde se presentó Elvis. Y cuando regresé a Iowa City pude ver a una incipiente Nirvana, a Tina Turner, a Bob Dylan y a B. B. King, conocido como el rey del blues. Como algunos de ellos aparecen en mis poemas me han acusado de extranjerizante.
29. Ridículo. ¿Y eso no es parte de tu vida? No se ve cómo alguien podría pasar por alto todas esas experiencias, por muy chileno que sea. Bien, cambio ahora de tema. Echándole un vistazo a tu bibliografía, me topé con la sección “Traducciones”. Ocho libros traducidos al inglés y ocho al italiano. Más otros al griego, alemán, francés, rumano y portugués. Pero hubo un libro en particular que me llamó mucho la atención. Se llama Sumapurita Poesía. Es una antología trilingüe, en la que tus poemas están en español y además en traducción al aymara y al quechua. Me gustaría que me dijeras cómo surgió esa edición.
Veamos. En aymara, Sumapurita quiere decir Bienvenida. Como sabes, yo nací y viví hasta los 13 años en Iquique, un puerto que está en el norte de Chile. La gente del centro y del sur está familiarizada con la cultura de la Araucanía, cuyo idioma es el mapudungún, pero no con las etnias del norte. En esa zona las lenguas nativas son el aymara (hay unos 150.000 hablantes) y el quechua (unos 35.000). Algunos alumnos y profesores de la Universidad Arturo Prat de Iquique son originarios de regiones donde se hablan esas lenguas. Incluso la Universidad tiene una cátedra donde se estudian. De allí surgió la idea de traducir mis poemas al aymara y al quechua y publicarlos como libro. Lo tradujeron tres hablantes nativos y fue patrocinado por la Universidad Arturo Prat.
30. Muy interesante. ¿La selección de los poemas la hiciste tú o la hicieron ellos?
No, la hicieron los traductores. Para mí fue muy especial ver qué poemas escogían. Uno de esos textos es “El encuentro”, cuyo tema es la muerte de mi padre. Cuando en la presentación del libro les preguntaron por qué lo habían elegido, uno de ellos dijo: “Porque la concepción de la muerte que hay en el poema es muy similar a la de la cultura aymara”. Curioso, ¿no?
31. Sin duda. Pasemos a otro género musical que también está presente en tu poesía. Me refiero al jazz. En uno de tus poemas el protagonista es Duke Ellington; y en otro, Miles Davis.
Bueno, igual que el rock, tiene que ver con mi larga residencia en Estados Unidos. Yo siempre he sido un gran aficionado a escuchar radio. Cuando llegué como profesor a la Universidad de Iowa, lo primero que hice fue mirar qué radios había en esa área, y descubrí que había una emisora enteramente dedicada al jazz. La escuchaba todos los días y a toda hora. En Iowa City vi en persona a Miles Davis, y poco después, a Keith Jarrett.
32. A estas alturas de tu experiencia con el jazz, quienes diría tú que son tus músicos favoritos y qué es lo que te atrae de ese género.
Lo mejor es que mencione algunos instrumentos y los intérpretes que prefiero. Trompeta: Miles Davis. Piano: Erroll Garner. Saxo: John Coltrane. Clarinete: Artie Shaw. Vocalista: Billie Holliday. Líder de la banda: Duke Ellington. No son los únicos, claro.
33 ¿Y qué nos puede decir en cuanto a la música misma?
Es difícil hablar aquí de los complejos recursos que pone en juego el jazz. Por eso voy mencionar sólo a dos de ellos: las improvisaciones (impromptus) y las variaciones sobre un tema. Ambas ya estaban presentes en la música clásica. No obstante, en el jazz, el ejecutante suelta las amarras de su imaginación y puede producir logros muy sorprendentes.
34. Alguien dijo que el jazz era la música clásica del siglo XX. ¿Qué te parece?
Comparto esa opinión, pero sólo hasta cierto punto. Yo diría que es la otra música clásica del siglo XX, porque no creo que la de Béla Bartók, Ravel, Stravinsky o Shostakóvich, haya dejado de tener vigencia. Fíjate que esos mismos compositores, llamados clásicos modernos, incorporan elementos del jazz en sus obras.
35. Además de la música, tú tienes también un corpus de poemas sobre la guerra, y en particular acerca del peligro de una guerra nuclear. ¿Cómo fueron recibidas esas temáticas en Chile?
No con hostilidad, pero sí con indiferencia. En Chile siempre ha dominado el canon nacionalista, es decir, temas que tienen que ver con el paisaje, la historia y la experiencia de vivir en ese país. Eso tú lo puedes ver claramente en 3 de los llamados 4 grandes poetas chilenos: Gabriela Mistral, Pablo de Rokha y Pablo Neruda. El cuarto, Vicente Huidobro, se incorporó a los “ismos”europeos con su Creacionismo y fue muy cuestionado. Tú mismo has escrito casi toda tu obra poética lejos del Perú y no veo que la calidad de tu poesía haya sido afectada. Recuerdo que cuando apareció mi poema “Visión de Hiroshima” dijeron: “¿Y eso, ¿qué tiene que ver con Chile?”. Algunos creen que una guerra atómica sólo puede estallar en otras latitudes. Ojalá que nunca tengan que decir como en el poema: “¿Y qué haremos con tanta ceniza?”
Miguel Angel Zapata
New York
Poesía Chile | Buenos Aires Poetry 2024
